La mujer del diablo
Alzó la voz y se dio cuenta que no era cierto, que no le creía, se vio en los ojos de su mujer que empezaban a llorar de decepción y un nudo le apretó la garganta acallándolo. Trataba de justificarse en vano, ella no compartía sus palabras ni su pensar. -Esque, con un arma me siento poderoso -dijo aclarando su inestable voz-, juego a ser el diablo, a ser Dios, soy quien manda. Y cuando levanto el cañón a punto de escupir fuego, me gusta ver el miedo de la gente, el miedo que les obliga a obedecer. ¡Y el que no me obedece, se va pa´ abajo, allí soy el diablo! Nada me gusta más que volver a la casa con dinero y con poder, el poder del miedo... Su mujer en llanto dejo de escucharlo, veía sus labios moverse pero ella solo escuchaba su voz interior, y su voz empezó a hablar de muerte y de escape. Llena de remordimiento, por ser la mujer del diablo, lo vio poner la pistola en la mesa e ir a la cocina por otra cerveza. Al volverse el diablo, su mano soltó la botella la c