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Mostrando las entradas de septiembre, 2019

El brinco al Norte

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Tamaulipas está a miles de kilómetros de Guatemala, el viaje fue una combinación de un plan que funcionó y un puñado de buena suerte, quizá más suerte que otra cosa.  Habíamos pasado ya dos días esperando en una casa adentrada sobre un camino rural en alguna parte de Matamoros, secuestrados, aunque al inicio pensamos que nos reuniríamos con el grupo y que todo sería un viaje compartido, al llegar dejamos de ser viajeros y nos convertimos en rehenes con la obligación de pagar cinco mil dólares ($ 5,000) al otro lado de la frontera.     Los vecinos nos miraban con desagrado cada que nos asomábamos a la ventana, durante el día el calor era sofocante y en la madrugada el frío se colaba por toda la construcción. El coyote hablaba cada que podía sobre el viaje, se reunía en privado para convencer a cada uno de que viajar con dinero o joyas era peligroso, ofrecía además una balsa para los que no pudieran nadar, y a los que podían los asustaba con que el río estaba dragado, y que era insegur

México a lo largo

Decidí viajar, arriesgaríamos todo incluso la vida, con la esperanza de un futuro nuevo y oportunidades de las que solo se consiguen a miles de kilómetros. Ese día era la tercera reunión con doña Alba la coordinadora de viajes, estaba próxima la celebración de la Virgen de Guadalupe y para ese entonces si todo iba bien, estaríamos en el Distrito Federal. Nos pareció que la información dada  era suficiente para replicar el itinerario siguiendo una a una sus recomendaciones, pero solos, era más barato, el plan era más que suficiente, nos ahorraríamos $5,000 dólares.  Ya habíamos vendido todo, por la tarde nos entregarían la visa en la Embajada de México, no había sido fácil conseguir el visado.  Entramos temblando de frustración, finalmente nos dieron los pasaportes; la esperanza de que todo iba acorde al plan se mantenía a pesar de lo ocurrido, por la mañana habíamos sido estafados, los criminales ya figuraban en las noticias de la prensa, pagaban con cheques robados y al final,

El agua es lo de menos

En el pueblo escuché a varios vecinos hablando; fui como otras veces por un fresco de tamarindo, sombra de buganvilia y un poquito de agitar urbano, fui también a sentarme al parque a ver el tráfico y recordar como todo era antes, a pensar como ahora somos tantos y nos conocemos pocos. Ya muchos se dieron cuenta de lo de la sequía, conocen el problema, las causas y a los causantes. Pero como no se puede andar por allí lanzando voces discordes; todos sabiendo, hacen como que no saben, como que no pasa nada. Porque la gente esa, la causante, se irrita al escuchar críticas de “fulanos que no saben nada del progreso y de atrasados” que no saben que, el avance demanda un precio, que, según ellos, como ciudadanos debemos estar dispuestos a costear. Seguro pensarán: ¿Qué saben esos incultos, qué saben los de pueblo de manejes tan de élite difíciles de adivinar? Escuché que algunos curiosos subieron a las montañas para averiguar por qué la lluvia se está demorando, y encontraron los cerros