Se le subió el muerto a la moto
Ya pasadas las doce, salió Victor del centro de Salamá, trabajaba de mesero en un restaurante, rodeaba por el parque, hacía una mueca de medio santiguarse frente a la iglesia y jalaba el acelerador mientras veía uno que otro transeúnte por los alrededores. En medio del manto de la noche veía los puentes La Libertad y El de Tablas, más adelante, en su camino aparecía la Escuela Federal, llena de recuerdos de infancia. Así iba dejando atrás el pueblo, rasgando las sombras del paisaje nocturno, con la luz del farol de su vehículo. Ya por el puente Salamá, pasó por el punto más sombrío, cerca de un gran árbol de amate, estaba oscuro a más no poder, como cualquier noche sin luna, y los árboles con su fronda, teñían aún mas el suelo de penumbra con las sombras de sus copas. Entrando al puente estaba, cuando sintió como si alguien más viajara en la moto, sin que los amortiguadores se comprimieran o la máquina disminuyera ni levemente la velocidad de la marcha, sintió frío en la espalda, y