Una fosa y un espanto.

Hace unos meses, un muerto dejó de perseguirme. Me persiguió por cinco estados y dos países. Al principio, se acostaba a mi costado en las noches más oscuras, otras veces besaba mi rostro, hasta que finalmente, tomó mi cuello con violencia. 

Algunas veces creí escuchar frases, que me resultaban sueltas e incomprehensibles, aturdido por la experiencia, y bajo la carga emocional del miedo, a mi mente le fue imposible generar un panorama que unificara todos los detalles como un todo, el terror me impedía pensar con claridad. Cuando experimentaba aquellas escenas paranormales, durante el día siguiente trataba de olvidar los eventos que traía la noche, con el afán de dejarlas en el olvido, deseando cándidamente que el olvido las enterrara para siempre.

Hace unos días, relatando esta historia a alguien, deconstruí los hechos de tal manera, que finalmente creí comprender que un ente esperaba que le ayudara a descansar en paz. La verdad es que tan aventurada conjetura nació de una secuencia de preguntas, cuyas respuestas, una a una fueron entrelazando elementos en una precipitada conclusión. Casi pude oír sus frases sueltas, y con ellas fabriqué ideas que quizá se alejan de la verdad, los recuerdos son vagos e insuficientes, quizá si el miedo me hubiese permitido tener más claridad durante sus visitas. No fui capaz de comprenderlo antes, ni siquiera en el momento de hurgar entre las  pequeñas piezas de fe en mi interior, que me llevaron a rezar el salmo 91 por espacio de un mes, empapado de temor luego de encararle en sus actuaciones violentas. 

Finalmente mis desatinadas acciones le obligaron a renunciar, comprendió que estaba ahora en un país diferente y que no había manera de que yo regresara a Estados Unidos y trazara la ruta hacia una fosa, hacia un cuerpo quizá asesinado, posiblemente sepultado en un patio de los suburbios de Los Ángeles; Donde  hace tiempo trabajé como plomero de emergencias, muchas veces de día, otras veces de noche, la paga era buena, aunque el trabajo fuera duro, excavaciones, tuberías, construcción.

Una noche, recibí una llamada de Emiliano (mi jefe); Era necesario cavar un agujero en el patio de una casa para solucionar sus problemas de drenaje. Luego de recogerme, condujo por alrededor de 45 minutos hacia un área en las afueras de la ciudad. Mientras nos aproximábamos, el barrio se hacía más oscuro y las casas estaban cada vez más distantes una de otra. Ingresamos a la casa por una puerta lateral, Emiliano, me llevó al patio trasero de la vivienda, me indicó las dimensiones y el área que alojaría la fosa nueva. Ocho pies de profundidad, cuatro de ancho, ocho de largo. Además, se cavaría una zanja para conectar la tubería a la casa. Me pidió iniciar por la fosa, lo vi ingresar a la casa por la puerta trasera, pasados diez minutos volvió para indicarme que iría por materiales, a una sucursal de Home Depot que abría las 24 horas. Yo debería avanzar en la excavación, para que luego, con los componentes pudiéramos concretar el trabajo.

Hora y media más tarde, a eso de las once y minutos, la fosa casi estaba terminada, la tierra era suave y la temperatura favorecía la labor. La única fuente de luz que me asistía, daba de lado por uno de los bordes del techo, de tal manera, que cubría solo la mitad longitudinalmente de la excavación; Cansado, jadeante, tuve la sensación de que alguien estaba detrás de mí en el área sombría del patio. Dudé por unos segundos, para finalmente comprobar que no había nadie. Continué sin prestar atención a aquella sensación; Y de repente, un olor a perfume se dejó sentir como si alguien pasara de detrás de mí hacia adelante. Salté fuera del agujero que había hecho en la tierra, busqué rápidamente la fuente del aroma. Sin éxito, me dirigí con prisa a la casa. 

Golpeé la puerta trasera hasta llamar la atención de una mujer que atendió el llamado, le pregunté si podía darme un vaso con agua. Tenía agua conmigo, junto a las herramientas, pero la sensación de una presencia no visible me había causado tal desasosiego, que sentí la urgencia de hablar con alguien, así que inventé tal excusa. Bebí tembloroso, luego me dirigí al lugar de la fosa, me dejé caer en el interior para finalizar lo que había quedado pendiente, tratando de persuadirme de que había sido una tontería dejarme llevar por tan fantasiosa idea. 

Media hora más tarde, Emiliano apareció con malas noticias, no había conseguido los materiales, quejándose de que no conseguiría el pago de un trabajo inconcluso; seguramente lo terminaríamos días después esa misma semana, pero él me daría mi parte del dinero esa misma noche. Nos fuimos a casa. No volvimos a completar lo inconcluso, y con los trabajos y el tiempo nos olvidamos del asunto. Jamás pensé, ser aquella noche un actor secundario de una escena macabra. Nunca durante varios meses, logré asociar aquel hecho sin trascendencia para mi, con las visitas que iniciaron una semana más tarde y se prolongaron de manera intermitente.

Hace unos días, un amigo, inició una charla poco seria sobre entidades y aparecidos, creo que inició con el tema de la parálisis del sueño. Al llegar mi turno, se dio cuenta de lo particular de mi relato y empezó a guiarme con sus preguntas; ellas nos llevaron a suponer, que un alma en pena había estado tratando de llamar mi atención, con la esperanza de que lo que pasó aquella noche pudiera ser resuelto, fuera lo que fuera. Hipotéticamente, aquel trabajo inconcluso en aquella casa de un barrio remoto de Los Ángeles, se había convertido en una tumba. Y tristemente, yo no había sido lo suficientemente agudo para descifrar la razón por la cual era perseguido por aquel fantasma. la experiencia se había tornado física, yendo gradualmente de simples apariciones hasta un intento de asfixia; yo había perdido la secuencia de los hechos de tal actividad paranormal. 

Durante una de sus manifestaciones, armado de valor, luego de percibir su presencia, tras voltear hacia el costado de la cama mientras intentaba dormir,  logré tomarlo del cuello, el espanto  ya tomaba con ambas manos mi garganta, mi oxígeno se agotaba, le apreté de tal manera, que me pareció como si un globo lleno de agua explotara, algo de entre los restos cayó sobre mi cama para finalmente saltar hacia la pared estrellándose contra esta, se escurrió hacia la sala, luego escuché la puerta que daba a la calle ser golpeada en su huida y a los perros callejeros ladrar como locos por unos segundos. 

Ese fue el último intento, antes de desistir, finalmente. Quizá había comprendido que la distancia era mucha, y que debía intentar conseguir su objetivo de otra manera. No recuerdo el lugar preciso donde la casa y la fosa están ubicadas, fue hace mucho, y la noche no me permitió orientarme con más precisión, sin mencionar, que toda esta historia, no es más que el producto de una deducción aventurada, en uno de esos días, que un par de amigos cuentan historias de aparecidos, exagerando quizá sin querer. No se quien haya muerto o como, pero si fue así, lamento no poder ayudarle. La verdad prefiero pensar, que todo esto es solo una historia para contar a la gente sin que en el fondo alguien la crea. Pero lo que si se, es que por mucho tiempo, esta cosa me siguió por diferentes ciudades, en dos países, tratando de llamar mi atención, primero posando su peso sobre mi, luego con un beso, para finalmente intentar estrangularme.



Glin Oliva



Ilustración: Papaya





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