Retratos de Washington


Crónicas de Jornaleros
Primera Parte


las siluetas sombrías y llenas de grasa industrial alrededor de la mesa, teníamos rasgos raciales distintos, pero unas cuantas cosas en común; proveníamos de lugares a miles de kilómetros de allí, con una nueva rutina y mucho que aprender en ese mundo extraño. Doce horas después de iniciada la jornada, la energía de todos se había desvanecido al igual que la luz del día. Los rostros en claroscuro, mudos por minutos, mostraban ojos perdidos en la distancia, cada uno tenía una razón para estar allí esa noche, y esa razón, reclamaba atención, cada cual, en su pensamiento, se ausentaba hacia ella.

-Let´s Go-, Gritó el contratista. 
Los semblantes, en el ambiente nocturno, se iluminaron por sí solos como luciérnagas atrayendo pareja. Esa frase, en el momento preciso, significaba la aprobación del trabajo realizado ese día, además del comienzo del viaje de vuelta, el cual duraba más o menos cuarenta y cinco minutos. Había más de cinco nacionalidades allí reunidas, la mayoría de habla hispana, sin embargo, a petición del contratista, quien era asiático, tratábamos todos de comunicarnos por un idioma ajeno, el inglés.

Harry (seguramente un nombre inventado), empleado de confianza del contratista, era el designado a conducir la van, que movía al grupo de diecinueve personas, herramientas y materiales que estaban por todas partes del vehículo desprovisto de asientos para pasajeros.  A ochenta millas por hora sobre la autopista (129 kms/h), existía la desagradable posibilidad, de que el “Highway Patrol” (policía de caminos) detuviera el vehículo y se encontrara con un numeroso grupo de indocumentados. Unos días atrás, una camioneta había sido detenida con cierto número de personas de igual condición, por una llamada anónima realizada desde un celular. Cualesquiera que fueran las preocupaciones, se debilitaban con cada milla recorrida en el camino a casa.

La aún sobrecargada van, se detuvo en la esquina de Pico y Alvarado, yo vivía a dos calles de allí, esa era mi parada cada noche, más o menos a las siete treinta pm; luego de un baño, compartía un poco con la familia poco antes de quedarme dormido, al día siguiente empezaría mi rutina muy temprano con el afán de traer a casa un manojo de retratos de Washington por la noche. Para referirse a nosotros usaban el término “Day Labor” (jornalero), lo cual nos hacía recordar que unos días más tarde, volveríamos al centro de trabajo ubicado sobre la calle “Uninon” casi esquina con el bulevar “Wilsher” con la esperanza de adquirir otro empleo sin mucha espera. Era febrero del 2004 y la situación laboral no marchaba muy bien; muchos del grupo, no verían más retratos de Washington quizá por semanas



Chenier Oliva
 © 2019

*Los billetes de un dollar, tienen impreso el retrato de George Washington.



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