¡Mejor no hubieras estudiado nada...!

Recuerdo cuando te mandaron a estudiar a la capital, de cuando pocos iban de internados, eras la esperanza de tu familia, de brincar la escala convencional de siempre y destacar entre tu gente, tu papá  le contaba a todos, orgulloso de tus estudios, algunos le envidiaban, otros sin impresionarse tanto, igual le felicitaban por hacer el sacrificio de mandarte al pueblón. 
Luego que llegaras de vuelta con diploma y todo, te dio por la política y después de aprender a escalar peldaños siendo un ejemplar achichincle, llegó tu nominación, y mareado por los vapores embriagantes del poder, empezaste tu vertiginosa caída en los drenajes del sistema.
Hoy que fuimos a visitarte los amigos del barrio, llevábamos un entusiasmo de antaño, durante el recorrido hablamos de las hazañas de cuando éramos niños, pensamos ingenuamente que el antiguo vínculo de camaradería de aquel entonces te motivaría. Aquel nos va apoyar con eso de la liga deportiva, los patojos se pondrán contentos de que organicemos actividades saludables y sanas, así llegamos, cargados de optimismo, tu papá nos saludó muy amable, con una sonrisa que quizá era producto de ver al viejo grupo de amigos convertidos en hombres, quizá porque en el fondo él también tuvo la ilusión, nacida de manera repentina, al vernos, de que los añejos lazos de amistad tocaran tus fibras humanas que se han ido encalleciendo. 
Nos indicó que estabas en una videoconferencia, que estabas ocupado, la espera se hizo larga y mientras nos aburrimos allí sentados, vi a tu viejo caminar hacia el patio, te miraba fijamente con desilusión a través del vidrio de la ventana, como lamentándose por algo, me acerqué para conversar con él, antes de hablarle, me detuve cuando escuche sus murmuraciones mientras te veía con desconsuelo, -¡Mejor no hubieras estudiado nada cerote, porque para mentiroso y ladrón no te mandé de internado, eso lo hace cualquiera!-, me alejé sin que se diera cuenta, después de un buen rato nos fuimos, sin atrevernos a proponer nada, los planes que llevamos se fueron desvaneciendo mientras te escuchábamos, no te reconocimos, ya para que contarte lo que fuimos a decirte, si la verdad creo que ya no sos vos, quien sabe dónde te perdiste…
Conocí a Don Beto hace mucho, siempre severo como todos los padres de esa generación, buscando ser un modelo a seguir y no un amigo débil que malcriara a los hijos, era cordial y centrado en su papel; me reconoció con dificultad, creo que los rasgos faciales están siempre allí, pero la mayoría llevamos ya equipaje extra que a los ojos de algunos nos hace irreconocibles. -Pasen patojos-,dijo, ya sin la guardia alta como de costumbre, pues ya a nuestra edad, somos lo que hemos de ser y qué caso tiene ya contrariar a alguien, nos dio la bienvenida sin más ni más, y luego del rato, también la despedida, se quedó como desilusionado, quizá vio partir con nosotros la oportunidad de que reaccionaras, te quedaste allí, con tus videoconferencias y tus reuniones con gente importante, y tu papá viéndote por los cristales, preguntándose cosas y murmurando.
Tu padre tenía un semblante de vergüenza, no nos hubiéramos atrevido a comentar nada, ni de broma, menos sobre el escándalo de la sobrevaloración, pero estaba en boca de todos los del pueblo y fue incómodo pretender que no sabíamos y hablar de todo como si nada. Cuándo te referiste a las arcas del pueblo como vacías, tu padre bajo la mirada, sabía que mentías en los porqués. Ya nadie dijo mucho, fingimos una visita de cortesía y callamos lo del deporte y los patojos…callamos como callan los amigos, aunque ya hayan dejado de serlo, los niños no entenderán nuestro silencio, no entenderían lo de las arcas vacías, eso y los porqués, son solo cosas de adultos.



Chenier Oliva

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