Purgatorio, planeta Tierra

El hallazgo

A sus 65 años, jubilado, Raúl estaba incorporando a su vida un pasatiempo, así que se compró un detector de metales, radicaba en un complejo residencial en desarrollo, un terreno muy amplio, situado en las afueras de la ciudad, un espacio rural que con el tiempo habría de ser absorbido por la urbanización. La locación era un área boscosa, un bosque seco, poco tocado por la mano del hombre. Por las mañanas, se alejaba con sus perros y su detector; había durante un mes, colectado algunas monedas y objetos perdidos por los posibles compradores de lotes, llevados allí como clientes potenciales por los vendedores del proyecto inmobiliario. Pero ese día iba ser diferente. 

El aparato se volvió ruidoso en señal de haber encontrado algo, Raúl se lanzó de inmediato hacia el lugar señalado por el dispositivo. Era un cilindro de metal cubierto  de óxido, aún así, su contenido estaba íntegro; papeles enrollados uno sobre otro.

El texto era enigmático. Horas más tarde, colocó en el motor de búsqueda un fragmento de la narración desenterrada; no había registro de ella; le pareció un cuento de ciencia  ficción a manera de testimonio, una especie de explicación de los porqués de nuestra existencia y la función del planeta para la humanidad, tenía sin duda que ser una historia literaria, la cual iba más o menos de esta manera:

No se puede escapar, nadie sale del planeta prisión; a cuesta llevamos un cuerpo  débil. Hay un pensamiento colectivo que delimita el funcionar del mundo. Y para colmo, nuestra memoria es borrada cada vez que nuestro vehículo muere, llevándonos a iniciar de nuevo, una y otra vez, hasta ganar nuestra redención. 

Fuimos traídos a éste planeta que es una prisión perfecta, y colocados todos dentro de un cuerpo del cual es imposible desprenderse, que envejece y enferma con frecuencia. Algo tuvimos que hacer para merecer esto; La conciencia de nuestro origen es suprimida a nuestra llegada y somos desconectados del núcleo del saber. Este mundo es perfecto, está colmado de recursos y especies, pero está lleno de nosotros. El infierno del hombre, es el mundo que él construyó para sí mismo.  El planeta sufre los embates de nuestra codicia, una marejada de esfuerzos con afán de control; restringimos algo que siendo tan basto, se ve convertido en una copia barata de sí mismo, una imitación, sin todas las virtudes del original.

La naturaleza del hombre se debate según nosotros, sobre dos posibilidades: El hombre es bueno por naturaleza y el mundo lo corrompe, o es malo por naturaleza y el mundo lo moldea para minimizar su potencial malévolo. Sin duda, todos los que hemos sido traídos, somos merecedores de esta prisión, quizá unos más que otros. Algunos se arrepienten bajo doctrinas religiosas y profecías de hechos similares a los que he atestiguado. Así que tratan de ser buenos, sacan de sí su mejor versión para merecer la liberación y ser llevados hacia arriba,  otros viven queriendo gobernar este feudo de desgracia. El planeta purgatorio, es una esfera de belleza natural y fuente de sustento a todas las necesidades posibles, sin embargo, nuestra lógica corrupta lo ha convertido en instrumento de sometimiento. 

Reina, desde ya mucho, la élite de los malvados; ésta ha creado conceptos como el dinero, todo gira en torno a él, quien lo posee ostenta el poder sobre los demás, lo hemos convertido en objeto de deseo de la humanidad. Pero éste pertenece al mundo no a las personas, se quedará aquí, nadie puede poseerlo por siempre; derrochamos nuestros recursos para acumularlo, y tarde o temprano, sucumbiremos ante la falta de estos. El mundo será reiniciado, tantas veces como haga falta, y el mismo número de veces, el poder se esfumará como la espuma en la playa,  y descubriremos con tristeza, una y otra vez, que no hemos aprendido nada; pero, creeremos empecinados, que vale la pena intentarlo de nuevo, dirigiendo nuestros pasos como ciegos hacia el despeñadero, en favor de lo efímero. El dinero, sin importar quien lo acumule y como, permanecerá aquí, nuestro dominio sobre el, será siempre transitorio, algunos lo acumularán, otros lo disfrutarán, será perdido, derrochado; se irá lentamente resbalando hacia otras manos, antes o después de que muramos, y seguirá aquí por siempre.  

El mundo real se halla oculto a nosotros, distante de lo aparente; la sabiduría, es un núcleo y fluye al alcance de todo ser conectado a él, está presente como energía, a él están conectadas las plantas y los animales; pero para los condenados, los que escarmentamos en cuerpos orgánicos, el saber está vedado, solo accedemos a partes vitales,  por cuestiones de sobrevivencia. Nuestro propósito es el aprendizaje, y éste está condicionado a ser lento. Existen muchas limitaciones, corporales y de lenguaje, ideadas a manera de castigo; fuimos predestinados a ser una especie inferior, a un aprendizaje limitado y lerdo. Nuestra arrogancia nos lleva a la negación; imitamos todo y al resultado de esa emulación lo consideramos supremacía; creamos aparatos voladores, y creemos ser mejores que un ave que por naturaleza tiene el don de volar, creamos sociedades  al igual que los insectos, y creemos ser más desarrollados que éstos, pasando por alto nuestro egoísmo y falta de sacrificio, terminamos siempre por convencernos a nosotros mismos de ser supremos. 

El escarmiento en un cuerpo decadente, nos lleva a comprender lecciones sobre virtudes ausentes en nuestro ser, esas carencias nos condenaron, solo pueden se reforzadas mediante experiencias corpóreas. Al principio, los seres luminosos, no somos capaces de comprender conceptos  tan abstractos, por ello somos obligados a escarmentar en cuerpos que nos aprisionan y condenan a ir paso a paso, sin escapatoria, sin alternativa, hasta que a cuenta de repetir una y otra vez, las lecciones queden aprendidas y podamos ser liberados de nuestra prisión y volver a ser etéreos, merecedores de ello. 

Tengo recuerdos vagos de un avistamiento, ha transcurrido un tiempo sin que estos sean borrados, los escribo antes de perder de nuevo mi conciencia temporal, no sé si he aprendido lo necesario para dejar la esfera, no sé si empezaré de nuevo. He tenido acceso al núcleo de manera ocasional, pero  a mi alrededor, nadie parece tener conciencia de lo que he atestiguado, me es imposible comunicar mis ideas de manera fluida, a no ser con el código de rigor, y éste bajo el pensamiento colectivo, ahoga las ideas bajo la censura de lo convencional. Dejaré estos recuerdos como una capsula del tiempo, para que sean leídos antes que los códigos compartidos, a los que llamamos lenguaje cambien para siempre y el mensaje se pierda como un ruido incomprensible. Nuestro código vigente es deficiente para transmitir ideas complejas, requiere mucho aprendizaje previo y rara vez se reúnen los factores necesarios para conseguir un impacto adecuado. Los seres de luz, transmiten ideas completas en fracciones de segundos, sin sonidos o grafemas, es un acceso compartido, como una conexión, pero acá eso no existe. El día que presencié el ascenso colectivo, pude conectarme con todos al momento de su ascensión, luego de su partida, el enlace fue cesado, dejándome de nuevo a merced de nuestro código. 

Recuerdo ver como los cuerpos levitaban hacia una nube de luz tenue, mientras subían, se desintegraban dejando caer pavesas de vestimenta y emanando vapores; creaban pequeños destellos, iluminando áreas hasta difuminarse, los destellos al ser muchos, casi simultáneos, se veían como pulsaciones lumínicas sobre el inmenso cúmulo, era un flujo constante que acrecentaba su luminiscencia. Los cuerpos se desintegraban y su energía era recolectada; Luego de la oleada de liberación, los que permanecimos en el planeta, retomamos nuestra rutina, sin al parecer tener noción de lo sucedido (excepto yo); con la vista perdida, sin siquiera registrar en la memoria la escena.

En mi mente perduran aquellos hechos, no sé si seré liberado pronto o renaceré hasta aprender lo que haga falta en un ciclo continuo.  Quizá alguien encuentre este mensaje, no sé si sirva de algo ya que nuestra memoria es reiniciada con frecuencia, quizá éste texto no despierte credibilidad alguna sobre la razón de ser del planeta, pero, quise dejarlo como un testimonio de mi paso por este escenario, en mi transición hacia lo etéreo. 

Firma: Equis, ¿serviría acaso de algo mi nombre?  El año, según todos al momento de este registro: 1,976.


Glin Oliva




*Versión audible

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