El despertar

Existió hace ya un tiempo, en un lugar entre sierras y bosques lluviosos, una hermandad oscura, de letras prohibidas, de notas macabras, de recetas para enceguecer, para atontar, para convertir humanos en zombis, de conjuros y pactos obscenamente mórbidos que convertían a los pobladores en poseídos, en carentes de voluntad, en ajenos a la realidad, en lunáticos paranoicos, en iletrados, en temerosos. Érase una banda de brujas, cuyos conjuros hechizaban las arcas del reino, los bosques verdes, las cuevas doradas, los lagos azules, los mercados, los campos y a los habitantes de aquel lugar. Allá, trascurrían los sombríos días uno tras otro, como repitiéndose cada uno de ellos sin mostrar variación alguna, casi podía decirse que no se vivían muchos días, sino que se vivían muchas veces el mismo. 
La multitud había caído en un marasmo de desencanto y desinterés por las situaciones colectivas, querían cada cual ver solo el derecho de su nariz, era toda aquella desilusión y apatía, producto de los pesados efectos de los hechizos que sobre sus hombros pesaban, algún día habrían de dejar atrás tanto peso. El hastío  aunque dure, termina por aburrir y desesperar al más paciente, así como no se ha visto nunca un mal que dure cien años, este mal estaba por terminar. Algo entre la muchedumbre de hechizados empezó lentamente a cambiar, de manera casual, se habían reunido para dialogar, primero de manera mecánica y poco fluida, sus ideas eran transmitidas con poco ingenio y congruencia. Fue de esa manera, despacio, como el cúmulo de pensamientos incompletos, planteamientos  inconclusos, fue tomando un curso inesperado por las causantes de aquella maldición.  Ya agrupados, fueron generando conceptos nuevos con formas caprichosas, estos dibujaban en los rostros destellos de ilusión, de entre los retazos borrosos de ideas distintas, uno que otro esbozo ganaba validez y voto, hasta que se conformó el plan de libertad. Las tinieblas tenían un origen y para hallar la solución y abandonarla, era preciso conocerlo, necesitaban invadir la fortaleza de las sombras, y en el recinto más restringido por las brujas, sin lugar a dudas encontrarían respuestas.
Era una marcha insólita, todo aquel que atestiguara el pasar de la revuelta, sorprendido se llenaba de júbilo, y en medio de su inercia, el sueño de liberación llenaba su espíritu compartiendo casi de inmediato la empresa, haciendo suya la misma esperanza de libertad y cambio. Y así, avanzaba la marcha hacia la oscura fortaleza, que albergaba en su interior, las respuestas liberadoras. Los muros se llenaron de escaladores, los pasillos de sigilosos espías, mientras las jorobadas brujas confiadas en sus pócimas de pesadez, dormían a pierna suelta soñando ser por siempre inmunes.

Pasos cuidadosos llegaron a las escalinatas rocosas de la torre más alta, cuya estructura era custodiada por los dragones escupefuego que, esa noche, con indigestión por la abundante cena, se entregaron al descanso profundo, descuidando los acervos, esperando que aquella noche fuese como todas las anteriores… sin novedad alguna. En ese lapso, la biblioteca lúgubre de las encantadoras fue allanada y los libros de secretas técnicas decomisados. Al ser llevados al público, los tratados, llenos de verdades, regalaron a los ojos ansiosos,  las respuestas resguardadas tan esperadas.  
Entre las escondidas letras, dormían las misteriosas soluciones, complicadas y simples, varios porqués y muchas salidas a los laberintos trazados.
Los planes de la pandilla de sombreros negros y escobas voladoras, quedaron expuestos, y su poder empezó a decrecer; ya nadie era espantado con absurdas leyendas o petates de muertos. Entonces los poderes de las verrugosas perversas, sucumbieron ante el despertar de los zombis, de los poseídos, de los nerviosos; sobrevino un día soleado, podía verse los prados atestados de seres, bajo las frescas sombras de los árboles, deslizando sus ojos por las perfectas líneas de letras, atrapadas en aquellos artefactos mágicos, que las brujas hechiceras del Reino de las Sierras atesoraban tanto, y era tanta la valía secreta que aquellos libros albergaban, que aquel que leyese sus mágicas líneas, obtendría el poder de descifrar los conjuros, los engaños y los hechizos que las brujas de sombreros negros y de escobas voladoras dejaban caer sobre los que a su alcance estuvieran... Letra por letra, los secretos de las narizonas encorvadas se fueron revelando; brilló de nuevo la luz al disiparse las prietas nubes  malévolas. Rayo a rayo, el día aclaró y lentamente, la  gente vio de nuevo un cielo despejado, las cosas oscuras ganaron color. Las brujas se fueron gritando improperios desde sus escobas y lanzando pócimas inútiles ya, para hacer daño alguno, las más porfiadas quedan aún cautivas en los calabozos mohosos, tras de las rejas de un apagado sótano, siguen quebrando sus uñas filosas sobre las paredes,  a esperas de que su condena acabe o que algún dragón escupefuego las libere.




Chenier Oliva © 2015






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