Entradas

El despertar

Imagen
Existió hace ya un tiempo, en un lugar entre sierras y bosques lluviosos, una hermandad oscura, de letras prohibidas, de notas macabras, de recetas para enceguecer, para atontar, para convertir humanos en zombis, de conjuros y pactos obscenamente mórbidos que convertían a los pobladores en poseídos, en carentes de voluntad, en ajenos a la realidad, en lunáticos paranoicos, en iletrados, en temerosos. Érase una banda de brujas, cuyos conjuros hechizaban las arcas del reino, los bosques verdes, las cuevas doradas, los lagos azules, los mercados, los campos y a los habitantes de aquel lugar. Allá, trascurrían los sombríos días uno tras otro, como repitiéndose cada uno de ellos sin mostrar variación alguna, casi podía decirse que no se vivían muchos días, sino que se vivían muchas veces el mismo.  La multitud había caído en un marasmo de desencanto y desinterés por las situaciones colectivas, querían cada cual ver solo el derecho de su nariz, era toda aquella desilusión y apatía, produc

Extorsionista

Imagen
De la garganta del Chagüite salió el Chalío, sobre el pedregal polvoso del callejón oía sus botas vaqueras resbalar, no podía correr más rápido.  Atrás,  a diez metros, el que le seguía puso su mano izquierda sobre su costado, le agarró aire del sobreesfuerzo, no estaba acostumbrado a correr y la ira le aceleró el corazón de más.  Era temprano, las luces ya estaban encendidas en los patios y le impregnaban algo de claridad a la penumbra en forma de serpiente que conectaba a La Joya con el Chagüite. Doña Magda, la vieja chismosa vitalicia del barrio, ahumaba desde su hamaca a la perica medio pelona y vieja con la fumarola de su chacuaco. Oyó la carrera, estiró el cuello, y seguido del cuetazo, vio como el perseguido se desplomó y aterrizó de bruces, sin un reflejo de vida. El tiro fue certero.  Pánico, lástima, terror, deseos de correr, de esconderse, de lanzarse sobre el asesino, todo agolpado en el pensamiento de Doña Magda, en eso reconoció al caído; recordó su cara,  de aquella
Diez relatos breves Leer más publicaciones en Calaméo
"Desde aquí" versión en audio, parte del libro "Diez relatos breves" por Chenier Oliva. La banda Sonora: Marimba Chapinlandia - Cuando llora un indio.

San Miguel De Los Desamparados

_Allá estaba tirado muchá, le dieron tres plomazos. De Evaristo Ixcol muchos saben mucho, o por lo menos dicen mucho, y no necesitó más que morirse para que de sus virtudes hablara cuanta gente chismosa dijo conocerlo, o haberlo conocido. Mal acostumbrados a tanto muerto, no hablan solo de quien, sino de cuantos, y cuando un muerto aparece en el pueblo, la gente habla cuanto se habla de un tema hasta agotarlo, se inventan situaciones, se mencionan a supuestos, se refieren datos, todos reclaman el protagonismo que da conocer ciertos detalles, sean estos ciertos o no. Cuando llegué a su casa en la noche, pasadas las nueve, la oscurana ennegrecía aún más las paredes tiznadas de la tortillería, una casita de una habitación atestada de curiosos más que de dolientes. Al acercarme se escuchaban los rezos ganando fuerza y se acrecentaba gradualmente el sentir fúnebre de los familiares y allegados. Los indiscretos datos extraoficiales eran dichos por aquellos que carecen de tacto. Pe

Desde aquí

-Hace mucho que vivo aquí.  Desde aquí se ve la casa del alcalde, desde aquí se ve la casa de mi jefe y la del jefe de mi jefe.  Desde aquí, se ve la pista de aterrizaje donde aterriza el dueño de la plantación. El casi no viene por acá. Para eso está mi jefe y el jefe de mi jefe.  Que bonita se ven las telas de la plantación desde el cerro. Así las sueño yo, así se ven en mis fantasías cuando duermo. Sueño que son mías, sueño que las tierras no cuestan tanto como para no comprarlas, como para que no las sueñe. Allí viene pedrito, pobrecito, esta flaquito y panzón, ayer me dijo que quiere ir a la escuela, que Julito el hijo de la Nía Fidelina ya va, y que le dan atol, y que le enseñan a contar, y que le enseñan los colores. ¿Pa' que quiere Pedrito contar?, cuando sepa contar va saber que los quetzales que gana su padre son muy pocos, ¿y los colores pa' que?. Si ya le enseñé los colores del cerro, de las telas de la plantación, del tomate, del cielo y las nubes...  ¡Ya n

La mujer del diablo

Alzó la voz y se dio cuenta que no era cierto,  que no le creía, se vio en los ojos de su mujer que empezaban a llorar de decepción y un nudo le apretó la garganta acallándolo. Trataba de justificarse en vano, ella no compartía sus palabras ni su pensar. -Esque, con un arma me siento poderoso -dijo aclarando su inestable voz-, juego a ser el diablo, a ser Dios, soy quien manda.  Y cuando levanto el cañón a punto de escupir fuego, me gusta ver el miedo de la gente,  el miedo que les obliga a obedecer. ¡Y el que no me obedece,  se va pa´ abajo, allí soy el diablo!  Nada me gusta más que volver a la casa con dinero y con poder, el poder del miedo... Su mujer en llanto  dejo de escucharlo, veía sus labios moverse pero ella solo escuchaba su voz interior, y su voz empezó a hablar de muerte y de escape.  Llena de remordimiento, por ser la mujer del diablo, lo vio poner la pistola en la mesa e ir a la cocina por otra cerveza. Al volverse el diablo, su mano soltó la botella  la c