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Retratos de Washington

Crónicas de Jornaleros Primera Parte las siluetas sombrías y llenas de grasa industrial alrededor de la mesa, teníamos rasgos raciales distintos, pero unas cuantas cosas en común; proveníamos de lugares a miles de kilómetros de allí, con una nueva rutina y mucho que aprender en ese mundo extraño. Doce horas después de iniciada la jornada, la energía de todos se había desvanecido al igual que la luz del día. Los rostros en claroscuro, mudos por minutos, mostraban ojos perdidos en la distancia, cada uno tenía una razón para estar allí esa noche, y esa razón, reclamaba atención, cada cual, en su pensamiento, se ausentaba hacia ella. -Let´s Go-, Gritó el contratista.  Los semblantes, en el ambiente nocturno, se iluminaron por sí solos como luciérnagas atrayendo pareja. Esa frase, en el momento preciso, significaba la aprobación del trabajo realizado ese día, además del comienzo del viaje de vuelta, el cual duraba más o menos cuarenta y cinco minutos. Había más de cinco nacion

El niño del cañaveral

Al final del cañaveral divisó un niño, al aproximarse notó que éste lloraba. La bruma matutina del valle, intermitentemente escondía siluetas vegetales, de los primeros rayos solares. -¿Por qué llorás?- le interrogó. -Es que no puedo ser quien quiero ser, nadie quiere que haga lo que me gusta, ni que me olvide de las cosas que me parecen menos interesantes, me gusta observarlo todo, dibujar cosas que no existen,  pero me obligan a aprender cosas aburridas, cosas que no me interesan… Quiero ser inventor. -Nunca dejés de observar, nunca dejés de hacer lo que querés, que nadie te obligue a dejar tus ilusiones, debés seguir tus sueños, hacer lo que te gusta… Es curioso, yo también quería ser inventor. El niño lloraba ahora más fuerte, y sin decir otra palabra corrió hacia el cañaveral, se internaba con velocidad entre los surcos de caña, llenos de hojas caídas y de insectos. Se preguntó hacia dónde iría, lo siguió, corría tras de él, y mientras más corría aquel parecía ganar más distancia

Cosas de pueblo chiquito

Hay pueblos como aquel, en muchos valles o planicies, pues, por herencia de la colonia, muchos se parecen en  los rasgos arquitectónicos de sus plazas. Pudiera ser que por ello, esta descripción con que refiero a un pueblo chiquito, pueda asemejarse a la de muchos, donde haya un parque al que todos dan la vuelta luciendo trajes de dominguear, haciendo quizá sonar el motor de su vehículo, o los tacones importados de su calzado. Los aires de rico llegan a todos lados, así que al pueblo chiquito llegaron también.   Como muchos, está lleno de ideas, de gente que quiere ver cosas nuevas y de algunos que solamente, ansían su voluntad complacida.  Plaza, iglesia, mercado, calle principal, todos los rincones, empezaron a ver su espacio reducido, las calles se encogieron, las banquetas pasaron de ser de dos metros de ancho, a medir treinta centímetros. La gente llegaba de los poblados cercanos, y hasta de países distintos hacia aquel pueblito, que por tener indicios de prosperidad invitaba a

El peso de las memorias

Oye las plegarias y ve  lágrimas derramarse, todos se acercan, escucha muchas preguntas y muchos "Te vamos a extrañar", pero no reconoce a nadie, si al caso a uno de ellos, cree recordarle de la escuela. «Si le hubiera hecho caso a mi madre» se lamenta, luego un sentimiento de resignación la invade, con una nube de paz.  Se llevan su cuerpo, caen las rosas sobre la caja, luego puños de tierra, luego paladas de tierra, y todo cesa, el ruido se queda afuera, dos metros bajo tierra, aguardará quince días para ver a los suyos llorarla, para ver caras conocidas llenarse de humedad, para ver el anhelo fugarse  al comprobar que es ella, al confirmar que la han velado días antes creyéndola otra, ahora, allí, de nuevo hacia la tumba, se lleva las ilusiones de algunos, las esperanzas de hallarla con vida.  Caen las rosas, caen los puños de tierra, luego paladas de tierra, y todo cesa, el ruido se queda fuera, ahora descansará en paz, ahora se irá de entre los mortales para nunca má

Cierto es

Cierto es, que sus doradas estrellas deslumbran a muchos, y que en solemnes ceremonias sus insignias son parte del traje de héroe; Y que sus hijos rezan con orgullo sus méritos, grado y rango; con las mejillas infladas pronuncian con énfasis su importancia y sus virtudes de combate. Cierto es, que ciegamente, muchos le alzan la mano en subalterno  saludo con un respeto de origen desconocido. Cierto es, que los montes avergonzados, sorbieron la sangre de inocentes desarmados, que, las lomas y cerros cubiertos de verdes invernales, tienen semidigeridos en sus prominentes panzas, los huesos de niños, de mujeres y hombres, que en el luto de la noche vieron los fogonazos y escucharon la pólvora gritar ¡¡Muerte, muerte, muerte!!. Cierto es, que Las huellas de botas se han ido borrando y los testimonios, convertidos en literatura aguardan por los ojos lectores, por las mentes sedientas de memorias y verdades, cierto es, que acá, muchos le apuestan al olvido, sin saber que olvidar les co

Un pescado que volvió a ser pez

Tras caer  a las frías aguas obtuvo una segunda oportunidad, mientras nadaba, volteó hacia arriba, frente a sus ojos una ondulante silueta se proponía preparar de nuevo la carnada, se alejaba y se desvanecía el ser que le pescara. Con la boca rasgada por el filo del anzuelo y sabor a sangre, abandonaba con prisa la escena. Se contaba ahora, entre los pocos que habían logrado escapar de un gancho de metal, entre los pocos que tras estar al borde de la asfixia, nadaban con una historia increíble en sus haberes, seguía nadando mientras escuchaba la casi diluida voz del pescador que recitaba: -Aún no ha llegado tu hora. Desde aquel afortunado episodio, se había vuelto más hábil, más ágil, más precavido. Nunca supo la diferencia exacta entre temer y ser precavido, su abuelo decía que el miedo es un gran aliado, que al experimentar el miedo nos fijamos límites y estamos alertas, que ser precavido tiene algo de miedo y algo de audacia, porque nos lleva a dominar la situación y prepararnos